El Ladrón manipula su ganzúa con destreza, sintiendo cómo la cerradura cede ante sus esfuerzos. Con una maestría indiscutible, logra abrir la puerta, pero la situación da un giro inesperado. La puerta, parcialmente sumergida en el líquido, todavía resiste bajo la presión ejercida por la masa detrás de ella.

Los aventureros avanzan, intentando abrirse paso a través de la estrecha abertura, la urgencia evidente en sus rostros. Es entonces cuando el ogro, dándose cuenta de la gravedad de la situación, arranca una pata de mesa con una fuerza impresionante y, en un movimiento rapidísimo, intenta mantener la puerta entreabierta, usando su fuerza bruta para luchar contra la presión implacable del líquido que amenaza con envolverlos en cualquier momento.

La tensión alcanza su punto máximo, y el Maestro de Juego llama a todos los aventureros a lanzar los dados, ya que su destino cuelga de un hilo delgado, listo para inclinarse en una dirección u otra.