Desafortunadamente, la cruel mano del destino golpeó al enano sin piedad cuando chocó violentamente con un adoquín suelto en el suelo. Este simple e brutal impacto desencadenó una serie catastrófica de eventos que sumió al grupo en una situación desesperada. El frágil y inestable adoquín no pudo resistir el golpe violento, enviando así al grupo entero rodando en un descenso caótico que resonó con un estruendoso choque.
Los aventureros rodaron y se precipitaron por las oscuras escaleras, sus gritos mezclándose con el descenso tumultuoso. Cuando finalmente se despejó el polvo de su caída, se encontraron en una parte abandonada y espeluznante del calabozo. Sin embargo, su mala suerte apenas comenzaba porque una poderosa magia de confinamiento mantenía a un colosal dragón prisionero en este lugar maldito.
Miradas horrorizadas se cruzaron entre los aventureros, y todos sabían que no habían escapado de una muerte segura para caer en una situación igual de desesperada. La criatura draconiana que los observaba no albergaba benevolencia. Por el contrario, un hambre feroz ardía en sus crueles ojos.
El dragón desplegó sus majestuosas alas, llenando el espacio confinado de la parte abandonada del calabozo. Su rugido resonó como el trueno, liberando su ira y sed de carnicería. En un tumulto de llamas ardientes, los redujo a cenizas a todos, poniendo fin bruscamente a su búsqueda y sus vidas.
Así terminó su aventura, sin más conocimiento por adquirir, barridos por la furia del dragón y sus nombres grabados para siempre en los oscuros anales de la historia.