La intensa dolor en su tobillo se vuelve insoportable y el bárbaro se cansa rápidamente de golpear la pared sin hacer ningún progreso, sumiendo a los aventureros en una desesperación aún más profunda.

El olor es insoportable y el líquido viscoso se acumula rápidamente, llegando a las rodillas de los aventureros. Se miran unos a otros, buscando inútilmente una vía de escape. La situación se vuelve cada vez más desesperada y se dan cuenta de que si no encuentran una solución rápidamente, serán abrumados por esta sustancia repugnante.

El ladrón, sacando una ganzúa de la nada y luciendo una mueca de dolor, decide seguir intentando abrir la cerradura. Sin embargo, como el ladrón no está acostumbrado a abrir cerraduras con las manos sucias y los pantalones bajados, lucha con la cerradura y debe lanzar los dados con una desventaja significativa.